miércoles, 6 de junio de 2007

MEDICINA DE FAMILIA: EL DUELO

El duelo: reacción adaptativa normal ante la pérdida de un ser querido, acontecimiento vital y estresante de primera magnitud, que tarde o temprano hemos de afrontar casi todos los seres humanos. Dentro de las situaciones de ajuste y reajuste social la muerte de un ser querido son consideradas las situaciones más estresantes por las que puede pasar una persona.


En definitiva, se puede calcular que en un momento dado, en una consulta “tipo” de atención primaria, con unos 2000 usuarios, habrá unas 104 personas en duelo “activo”.



Caracteristicas:
Es un proceso único e irrepetible, dinámico y cambiante momento a momento y un evento variable de persona a persona y entre familias, culturas, sociedades,...

Se relaciona inequívocamente con la aparición de problemas de salud:
  • el riesgo de depresión en viudos/as se multiplica por cuatro durante el primer año.


  • casi la mitad de viudos/as presentan ansiedad generalizada o crisis de angustia en el primer año.


  • aumenta el abuso de alcohol y fármacos; la mitad de las viudas utilizan algún psicofármaco en los 18 primeros meses de duelo.


  • entre un 10-34 % de los dolientes desarrollan un duelo patológico.


  • Aumenta el riesgo de muerte principalmente por eventos cardiacos y suicidio;


  • los viudos tienen un 50% más de probabilidades de morir prematuramente, durante el primer año.

La población en duelo demanda un mayor apoyo sanitario, incrementando el consumo de recursos, quizá por la pérdida de las redes sociales y con ellas de muchos de los recursos clásicos para el doliente (familiares, religiosos, vecinos, amigos, compañeros de trabajo,...). En un reciente estudio realizado en atención primaria, la tasa promedio anual de consultas al centro de salud resultó ser un 80% mayor entre los dolientes que en el resto de la población. En otros estudios se obtienen resultados similares; en viudas el número de consultas se dispara en un 63% en los 6 primeros meses y en viudos se multiplica por cuatro durante los 20 primeros meses.

El desarrollo del duelo a través del tiempo, aunque sea de un modo un poco artificioso, lo podemos dividir en fases o períodos que reúnen unas características, que nos ayudan a entender lo que sucede en la mente del doliente:

Duelo anticipado (premuerte). Es un tiempo caracterizado por el shock inicial ante el diagnóstico y la negación de la muerte próxima, mantenida hasta el final, por la ansiedad y el miedo. Deja profundas huellas en la memoria.

Duelo agudo (muerte y perimuerte). Son momentos intensísimos y excepcionales, de verdadera catástrofe psicológica, caracterizados por la anestesia emocional e incredulidad ante lo que se está viviendo.

Duelo temprano: desde semanas hasta unos tres meses después de la muerte. Tiempo de negación, de estallidos de rabia, y de intensas oleadas de dolor incontenible, profundo sufrimiento y llanto.

Duelo intermedio (meses, años después de la muerte). Tiempo a caballo entre el duelo temprano y el tardío, en el que no se tiene la protección de la negación del principio, ni el alivio del paso de los años. Es un periodo de tormenta emocional y vivencias contradictorias, de búsqueda, presencias, culpas y autorrepoches,... donde continúan las punzadas de dolor intenso y llanto, y en el que se reinicia lo cotidiano, comenzándose a percibir progresivamente la realidad de la muerte, es también un tiempo de soledad y aislamiento, de pensamientos obsesivos,... Se va descubriendo la necesidad de descartar patrones de conducta previos que no sirven y se establecen unos nuevos que tengan en cuenta la situación actual de pérdida.
Este proceso es tan penoso como decisivo, ya que significa renunciar definitivamente a toda esperanza de recuperar a la persona perdida. Los períodos de normalidad son cada vez mayores. Se reanuda la actividad social y se disfruta cada vez más de situaciones que antes eran gratas, sin experimentar sentimientos de culpa. El recuerdo es cada vez menos doloroso y se asume el seguir viviendo. Este período dura entre uno y dos años.
Duelo tardío (años -¿de 2 a 4 años?- después de la muerte). Transcurridos entre 2 y 4 años, el doliente puede haber establecido un modo de vida, basado en nuevos patrones de pensamiento, sentimiento y conducta. Y aunque sentimientos como el de soledad, pueden permanecer para siempre, dejan de ser invalidantes. Duelo latente (con el tiempo...) A pesar de todo, nada vuelve a ser como antes, no se recobra la mente preduelo, aunque sí parece llegarse con el tiempo a un duelo latente, más suave y menos doloroso, que se dispara en cualquier momento ante estímulos que recuerden...









El duelo y la atención primaria de salud (medicina familiar):


Pensamos, junto con otros autores, que la atención primaria es el nivel asistencial ideal para ayudar a las personas en duelo. En muchas ocasiones el médico asiste de su enfermedad al familiar fallecido, en el domicilio, estableciendo una relación especial con la familia en este periodo tan crítico para ella.
En otras ocasiones, las mas habituales, el fallecimiento se produce fuera del domicilio y el doliente acude a su médico de familia con una confianza casi natural, porque ya le conoce y está habituado a mostrarle los aspectos más vulnerables de sí mismo, sabe que puede expresar sus emociones en un ambiente seguro y, a la vez, mantener una circunstancia social normalizada, que no implica el estigma de la psiquiatría.
El médico de familia es el único especialista del ámbito sanitario al que acuden normalmente los dolientes y el único que puede atender la comorbilidad asociada, así como el dolor, la disfunción y la incapacidad ocasionados por el conjunto de circunstancias personales, familiares y sociales que conlleva el proceso del duelo.
Preguntados los dolientes sobre la ayuda que desearían recibir del personal sanitario, solicitan consultas programadas, consejo médico, visitas domiciliarias, y que siempre que acuden a la consulta se interesen por su pesar.

¿Cómo puedo saber si una persona en duelo necesita ayuda profesional?

Hay varias situaciones:

  • Cuando el doliente pide ayuda expresa para su proceso.
  • Cuando el profesional valora que la ayuda es necesaria.
  • Cuando existan varios predictores de riesgo asociados.
  • Cuando detectamos pistas que nos orientan hacia un posible duelo complicado.

factores de riesgo para el duelo patologico.

El duelo siempre va asociado a una serie de circunstancias, que actúan como predictores de riesgo, como son: causa y entorno de la muerte, personalidad y recursos psicoemocionales del doliente, ambiente sociofamiliar y el tipo de relación con el fallecido. Estas circunstancias pueden ser consideradas como normales, en el sentido de que no añaden por sí mismas dificultades a las ya propias del duelo, o por el contrario pueden complicarlo enormemente.


Podemos considerar predictores de malos resultados o de dificultades en la elaboración del duelo, los siguientes:

  • muertes repentinas o inesperadas; circunstancias traumáticas de la muerte (suicidio, asesinato)
  • pérdidas múltiples; pérdidas inciertas (no aparece el cadáver).
  • muerte de un niño, adolescente, (joven en general).
  • doliente en edades tempranas o tardías de la vida.
  • muerte tras una larga enfermedad terminal.
  • doliente demasiado dependiente; relación ambivalente con el fallecido.
  • historia previa de duelos difíciles; depresiones u otras enfermedades mentales.
  • tener problemas económicos; escasos recursos personales como trabajo, aficiones.
  • poco apoyo sociofamiliar real o sentido; alejamiento del sistema tradicional socio-religioso de apoyo (emigrantes).


Duelo Complicado


Para saber si nos hallamos ante un duelo con una evolución dificultosa, nos pueden servir de ayuda los criterios de Duelo Complicado de Prigerson & Jacobs (2001):


Criterios Revisados de Duelo Complicado

Criterio A:

  1. Haberse producido la muerte de alguien significativo para esa persona
  2. Estrés por la separación del ser querido que conlleva la muerte.
  3. Presentar, por lo menos cada día o en grado acusado, 3 de los 4 síntomas siguientes:

a.- Pensamientos intrusos - que entran en la mente sin control - acerca del fallecido.
b.- Añoranza - recordar con pena su ausencia- del fallecido.
c.- Búsqueda - aún a sabiendas que está muerto- del fallecido.
d.- Soledad como resultado del fallecimiento.

Criterio B.

  1. Estrés por el trauma psíquico que supone la muerte.
  2. Presentar como consecuencia del fallecimiento, por lo menos cada día o en grado acusado, 4 de los 8 síntomas siguientes:
    Falta de metas y/o sentimientos de inutilidad con respecto al futuro.
    Sensación subjetiva de frialdad, indiferencia y/o ausencia de respuesta emocional.
    Dificultades en aceptar la muerte (p. ej.: no terminar de creérselo,...)
    Sentir la vida vacía y/o sin sentido.
    Sentir que se ha muerto una parte de sí mismo.
    Tener hecho pedazos el modo de ver y entender el mundo (p. ej.: perder la sensación de seguridad, la confianza, el control,...)
    Asumir síntomas y/o conductas perjudiciales del fallecido o relacionadas con él.
    irritabilidad, amargura y/o enfado en relación a la muerte.
    Criterio C. La duración del trastorno (los síntomas arriba indicados) es de al menos 6 meses.

Criterio D. El trastorno causa un importante deterioro de la vida social, laboral u otras actividades significativas de la persona en duelo.



Cuidados Primarios del Duelo:


Los Cuidados Primarios de Duelo (CPD) son una guía de actuación, para ayudar a una persona en duelo en el nivel primario de atención. Se definen por unos objetivos, una estrategia para conseguirlos y unas técnicas a aplicar.


Los objetivos generales de los Cuidados Primarios de Duelo serán:

  • en prevención primaria cuidar que la persona elabore su duelo de la manera más natural y saludable posible -saliendo incluso crecida de la crisis- y que no enferme.
  • en prevención secundaria detectar precozmente el duelo complicado, para poder establecer una terapia temprana y/o derivar a otro nivel, y realizar labores de seguimiento y/o soporte de personas con duelos complicados ya diagnosticados,
  • en prevención terciaria asumir -también- el seguimiento y/o soporte de personas con duelos crónicos, de años de evolución y secuelas de por vida.


Técnicas de Cuidados Primarios de Duelo

Las técnicas de Cuidados Primarios de Duelo las dividimos en:

Técnicas exploratorias(recogida de datos básicos para la intervención). Las técnicas exploratorias tienen como objetivo, conocer todos los datos que pueden ser determinantes en la evolución del duelo. Estos datos proporcionan un “perfil de duelo” que servirá para orientar nuestra intervención, priorizando los problemas detectados y nos ayudará a saber si estamos ante un duelo aparentemente normal o de riesgo.

1.- Para recoger estos datos de una forma ordenada, se establece una rutina en la recogida, dividida en:

  • Datos generales: edad y nombres del fallecido y doliente, fecha de fallecimiento, cumpleaños, etc.
  • Datos sociofamiliares: genograma, relaciones familiares, amigos, situación económica, etc.
  • Antecedentes personales: problemas de salud psicofísicos, elaboración de posibles duelos previos, coincidencia de otros problemas de trabajo, familia, amigos, etc, tiempo de convivencia y tipo de relación con el fallecido, etc.
  • Evolución del proceso del duelo: causa y lugar del fallecimiento, conocimiento de la enfermedad, sentimientos que manifiesta como añoranza, culpa, rabia, ansiedad, tristeza, etc. y apoyo emocional de la familia.

Acabamos la técnica exploratoria, haciendo un resumen de lo mas relevante en cada uno de los apartados explorados, esto nos dará un perfil del duelo y de él sacaremos un listado de problemas que debemos de abordar en la intervención.


2. Técnicas de intervención generales. Conforman nuestra actitud al intervenir. Las técnicas de intervención generales que desarrollamos en CPD son: Relación (R), Escucha (E), Facilitación (F), Informar (I), Normalizar (N), Orientar (O) -R E F I N O-


Establecer una Buena Relación. Construir una adecuada relación profesional con el doliente es el fundamento y el principio de todo. Una buena relación de cuidados se caracterizará por:

  • Tener una estrategia, con unos objetivos centrados en el doliente y negociados con él, así como unas actividades encaminadas a conseguirlos
  • Producirse en un tiempo y en un espacio. Acordar un tiempo por sesión, una periodicidad de ellas (mas cercana al principio y progresivamente mas alejada) y un seguimiento (aconsejable el primer año, por lo menos).
  • Desarrollarse entre iguales, en una teórica relación entre pares. Ambos se mantienen en el mismo nivel de poder, el médico y el doliente son simplemente dos seres humanos que interactúan en un marco profesional de dispensación de cuidados.
  • Realizarse en una dirección, es decir, que aunque es una relación entre iguales, hay una persona que ayuda (el profesional) y otra persona que recibe la ayuda (el doliente), y no a la inversa.
  • Con empatía: el profesional trata de sintonizar con las emociones del doliente y además se lo hace ver, le hace ver que está “rozando” lo que siente.
  • genuina y auténtica, mostrando un interés por lo que nos cuenta la persona en duelo, tomando conciencia del sufrimiento del otro.
  • Respeto: no dejar entrar en nuestra mente los juicios de valor que automáticamente se nos activan cuando tenemos una persona delante.
  • Mantenerse dentro del marco profesional establecido. Subrayando las características “profesionales” de la relación para evitar malos entendidos y reacciones de transferencia-contratransferencia dramáticas (ej. evitar ser un “sustituto interino” del que falta).

Escucha activa. La escucha activa es atenta, centrada e intensa; es una escucha del otro y de uno mismo:

  • Es atenta, porque el profesional está con los cinco sentidos.
  • Es centrada, debido a que se vive el aquí y ahora del momento.
  • La escucha de nosotros mismos mientras estamos con el doliente, el conectarnos con nuestras emociones y tomar conciencia de lo que nos dicen.

En la atención de personas que sufren profundamente tenemos que recordar, casi de continuo, que: “yo soy yo... y el otro es el otro”. Lo mismo que no se puede morir con cada muriente,... no se puede perder a nuestra pareja, nuestro hijo,... con cada doliente. También debemos tener en cuenta, que nos podemos impregnar de los sentimientos del doliente y saber que son de él, no nuestros.


Facilitación. Facilitar es favorecer la comunicación, esperar, tener paciencia, es también hacerle un espacio al otro (al doliente) y darle “permiso” con nuestra actitud y ese clima “seguro” que hemos creado, para que cuente lo que se le ocurra o exprese sus emociones más profundas. La tristeza, culpa, miedo, amor y alegría, serán partos más o menos fáciles, solo hay que estar y no interrumpir; mientras que la rabia siempre será un parto difícil.


Son técnicas facilitadoras de la comunicación: preguntas abiertas, baja reactividad, miradas, silencios, ecos, asentimientos, hacer resúmenes para resituar mentalmente al doliente.
Informar. Informar al doliente es:

  • Explicarle lo que hoy define la psicología occidental como el constructo duelo, pero siempre volviendo a insistir que lo suyo es “único” y que tiene permiso para sentir lo que quiera y cuando quiera.
  • Aclararle que la evolución teórica del proceso es hacia el ajuste, que todos los seres vivos se adaptan instintivamente a las nuevas situaciones
  • Orientarle sobre las dudas más habituales: “¿Es bueno ir al cementerio?, ¿y llorar...?, ¿y hablar siempre del muerto....?, ¿porqué ahora no me fío de nada ni de nadie, y porqué me parece todo distinto?, ¿porqué ahora tengo más miedo de morirme y a la vez quiero morirme?.

Normalizar. Normalizar es asegurarle al doliente –y se lo está diciendo su médico- que lo que siente, piensa, hace... es totalmente normal y lo natural en su situación... Esto valida sus reacciones y sentimientos, los legitima, confirma, desculpabiliza y además puede seguir sintiéndolos.


Cuando normalizamos es mejor tomarnos tiempo y tener en cuenta la cadencia del encuentro; controlando nuestra reactividad,... dejando transcurrir un tiempo entre el estímulo del doliente y la respuesta que damos.

Normalizaremos especialmente, que no se quiera olvidar, ni dejar de llorar... que se continúe hablando con él o que se refiera a él en presente...

Orientar. Orientar es guiar, sugerir, aconsejar... o incluso prescribir mediante instrucciones concretas determinadas conductas o rituales, y a veces lo contrario; por ejemplo, disuadir de una decisión precipitada,... “quiero vender este piso, creo que aquí no puedo vivir, son muchos recuerdos, entro en casa y es como una losa que se me viene encima...”.

Como orientación general, desanimamos de la toma de decisiones importantes durante el primer año, pero a la vez fomentamos la toma independiente de decisiones menores.

También podemos asesorar en la reorganización familiar, explicando que la pérdida de uno de los componentes de la familia lo trastoca todo,... interacciones, roles, espacios, normas, autoridad, poder, economía,... todo se tiene que renegociar y reconstituir.

Técnicas de Intervención específicas de uso habitual. Se usarán con frecuencia en las intervenciones, por estar relacionadas con los problemas que plantea habitualmente el doliente.
Anticipación de fechas y situaciones. Algunas fechas (aniversario de la muerte, cumpleaños, Navidades, Todos los Santos, etc.) son especiales y con ellas llegarán nuevos tirones de dolor que sorprenden y desmoralizan al doliente. Por esta razón, conviene tener en cuenta fechas significativas que se avecinan o han pasado, para adelantarse si están por venir, adivinando o imaginando como se vivirán, o averiguar el impacto y la estela que han dejado atrás si ya han ocurrido.

Toma de decisiones, solución de problemas y adquisición de habilidades. A veces la persona en duelo tiene un auténtico bloqueo cognitivo mezclado con miedo, su mundo se le ha venido abajo y todo puede ser extremadamente peligroso. En esta situación, a veces, la toma de decisiones para problemas que en otro momento supo resolver, resulta difícil. Otras veces se trata de adquirir habilidades que ejercía su pareja (arreglo de un enchufe, cambiar una bombilla, ir al banco, etc.).
Le podemos ayudar a concretar los problemas, generar alternativas, elegir una opción, ponerla en marcha y evaluar resultados.

Narración repetitiva de la muerte y “contar” historias. La narración de un hecho trágico lo desdramatiza en parte. La descripción del drama de la muerte será espontáneamente reiterativo, no importa, se repetirá una y otra vez. Todo se recuerda, hasta el último detalle, y si no es en la primera versión lo será en la siguiente.

El relato pormenorizado y redundante de la muerte es catártico, lava, purga, abre la espita de la emoción y además libera, ordena y estructura el pensamiento, casi hace de la muerte una parte de nosotros mismos, la normaliza.

El profesional puede preguntar también por retazos de vida pasada, extraerlos del viejo archivo de la memoria y actualizarlos. Con ello el doliente perfila lo que fue y lo que es, reflexiona, busca, rebusca y tiene la oportunidad de ver que los vínculos son ahora distintos pero perviven. Puede hacer nuevas amistades, ilusionarse con los nietos, la vida,... sin miedo, nunca se va a olvidar,... porque el olvido es imposible.

Prescripción de tareas y rituales. La prescripción es una “orden” concreta e individualizada, negociada y pactada previamente entre las partes, que compromete al doliente y le obliga en su consecución.

La recomendación de realizar ejercicio físico con unas pautas determinadas, entraría de lleno en la educación para la salud, consiguiéndose además -por el efecto dominó y casi sin querer- cambios en otros hábitos de vida del doliente, y sobre todo evitando maneras de afrontar su pérdida, claramente perjudiciales: abusar del alcohol, del tabaco, del vídeo, de la televisión, del juego, etc.

Para aproximarnos a cual es la prescripción más correcta, se podría utilizar la pregunta: “¿qué cosas harías -que ahora no haces- si Juan estuviera vivo?, ¿crees que podríamos recuperar algo de todo eso?, ¿podrías salir a la calle 20 minutos cada día?”.

Hablar de los sueños y de las presencias: visuales, auditivas, táctiles... Los sueños a veces asustan e inquietan y en otras ocasiones alivian y reparan, producen sosiego. Es conveniente hablar de ellos y de el significado que tienen para el doliente.

Las presencias: “se le ve, se le oye, se le nota, se le huele, se le siente, te toca,...”, ¿fenómenos normales?, ¿paranormales?, lo que diga el doliente, en cualquier caso debemos de normalizar.
Sondas emocionales y preguntas terapéuticas. Son preguntas que penetran y rastrean las emociones del otro, y en general siempre nos devuelven respuestas jugosas. El doliente baja las defensas y, por un momento, libera parte de su tormenta interior.

Una buena pregunta puede ser: “desde la última vez que nos vimos... ¿habías pensado en hablar hoy de algo que se te haya quedado colgado?..., eso que te ronda a veces en la cabeza, y le das vueltas y vueltas,... ¿querías comentarlo conmigo?”. Otra pregunta que también a veces conecta: “¿ha habido alguna fecha o se acerca alguna fecha significativa para el recuerdo?”, por ejemplo el cumpleaños, aniversario de boda, cabo de año, fiesta de Todos los Santos,... son todos puntos álgidos y si hacemos "diana" nos permitirá hablar de ello y sacarlo.

A veces es útil preguntar directamente por el relato de los hechos: “¿cómo fue el accidente?”, pero ¡ojo! porque también le podemos exponer a un dolor innecesario que no conduce a nada, por eso hay que estar muy atentos a cuándo lanzamos estas preguntas, evaluando previamente su oportunidad.

Es inexcusable preguntar: “¿has pensado quitarte la vida?”, “¿cómo y cuándo?”, para valorar el riesgo de suicidio, si es algo concreto o sólo una idea fugaz, o la pérdida del “norte” existencial (propia del duelo), y qué cosas (frenos y anclajes) se lo impiden y lo pegan a la vida.

Huir de los tópicos sociales al uso. Es aconsejable evitar las frases hechas: “el tiempo lo cura todo”, “aun eres joven”, “ya ha pasado un año”, “tú eres fuerte”,... porque esto nos alejará emocionalmente e incluso puede provocar enfado.

Si como profesionales no sabemos qué decir, es mejor verbalizarlo: “no se qué decirte... esto también me afecta...”, o expresarlo de forma no verbal con un apretón de manos, una abrazo, una mirada en silencio,...

Fármacos. En el duelo normal los psicofármacos serán de uso sintomático y ocasional ya que, medicalizar el duelo supone darle categoría de enfermedad, y esto va a tener importantes repercusiones en su elaboración, tanto para el doliente como para la familia.
Se debe controlar la utilización de ansiolíticos e hipnóticos. En general se puede recomendar su prescripción sólo en caso necesario, por períodos cortos o a demanda, p.ej. a la hora de actos públicos y a dosis mínimas para evitar tanto la “anestesia emocional” como la dependencia.

Si nos planteamos la administración de antidepresivos, debemos de diferenciar la depresión mayor, de la tristeza propia del duelo, ya que en ésta son totalmente ineficaces.

Pruebas complementarias: análisis, radiografías, electrocardiograma,... El doliente, a pesar de las ganas de morirse, tiene miedo a la muerte, a la enfermedad, al dolor, a pasar por lo mismo que su….. y aquí tienen cabida las pruebas complementarias -no excesivamente yatrógenas- que tranquilicen y confirmen la salud.

Detección de complicaciones y filtro del sistema. Estaremos especialmente atentos a personas con estilos de afrontamiento claramente perjudiciales, p. ej. “compensadores químicos” que van a echar mano de sustancias para curar su dolor y su impotencia, léase alcohol, nicotina, pastillas,... o conductas repetitivas y compulsivas del tipo “trabajo adictos”, “jugadores de máquinas”,... que anclen el dolor y lo narcoticen por la repetición,...

Actuaremos de filtro y derivaremos al nivel especializado, Equipo de Salud Mental, en caso de:

  • estilos de afrontamiento abiertamente autolesivos a corto o largo plazo.
  • aparición de comorbilidad asociada: trastorno por estrés postraumático, fobias, crisis de angustia, etc.
  • sospecha de duelo patológico: aparente ausencia de duelo, cronificación,... o cumplirse los criterios de duelo “complicado”
  • duelos límite, duelos ocultos, duelos “cargados” con factores de riesgo, etc.


Técnicas de intervención específicas de uso especial. Son técnicas que se pueden utilizar ocasionalmente en situaciones especiales.

Comunicación telefónica. El teléfono será fundamental en el apoyo y seguimiento puntual, por ejemplo el profesional quiere hacer un seguimiento telefónico ante una fecha significativa que se avecina o en el caso del doliente que necesita aclarar una duda,...
Escribir. En determinadas personas, el escribir alivia y aclara u ordena sus ideas y emociones. El material generado se puede utilizar luego en las entrevistas, como un estímulo más para la comunicación. Se puede sugerir escribir acerca de “las cosas que le dirías y no le has dicho”, o “tener un diario escrito con tus conversaciones con él.


Dibujar. El dibujo, del mismo modo que la escritura, es un medio de expresión que puede conectar con nuestras profundidades y permitirá en determinadas personas sacar emociones o sentimientos, que luego también se pueden comentar en la consulta.


Libros de autoayuda (biblioterapia). Se puede recomendar, en un momento dado y dependiendo del contexto, la lectura de un libro de autoayuda:

  • Brothers, Joyce. Vivir sin él. Cómo superar el trauma de la viudedad. Barcelona: Grijalbo; 1992
  • Pangrazzi, Arnaldo. La pérdida de un ser querido. Madrid: Ediciones Paulinas; 1993
  • Ginsburg, Genevieve Davids. No estás sola cuando él se va, consejos de viuda a viuda. Barcelona: Martínez Roca; 1999
  • Kübler-Ross, Elisabeth. La muerte: un amanecer. Barcelona: Luciérnaga; 1991

Elaborar un álbum de fotos o atesorar una caja con recuerdos. Un álbum de fotografías... o un cajón de recuerdos: un trozo de cabello..., una joya, una moneda,... una entrada de fútbol de aquella tarde..., cosas que no le sirven a nadie para nada, pero tan personales... un auténtico relicario. Se puede hablar de verdaderas máquinas del tiempo programables, en la que tocas esta o esa tecla - los objetos de transferencia - y te transporta a...


Vídeos. Visualizar vídeos del fallecido añade la dimensión del movimiento y el sonido a la foto, todo parece más real, y sirve como las fotos o los recuerdos para lo mismo, para redimensionar la nueva relación con el marido muerto, autonegociar cómo se le va a recordar,... Se pueden utilizar en las prescripciones e instruir 15-20 minutos diarios de vídeo cada día, en un tiempo privado, exclusivamente suyo y del muerto, o de quién lo quiera compartir.


Animales. En el duelo, los animales domésticos, a veces juegan un papel fundamental, enganchan a la vida, permiten expresar cariño, hablar de cosas que probablemente no hablarías con nadie, recuerdan al fallecido y permiten ponerte triste, incluso desahogar la rabia... "les damos cuatro gritos y poco después.... tan amigos", al acariciarles se tiene el calor del contacto físico, y con el paseo (p. ej. si es un perro) la socialización obligada,... En último caso siempre supone un tema de conversación al que recurrir cuando se quieren eludir otras cuestiones.


Internet.En Internet cada vez hay más recursos para las personas en duelo31. Desde los “chats" de autoayuda en duelo hasta los cibercementerios en los que se pueden erigir verdaderos “monumentos” funerarios conmemorativos, pasando por psicólogos y asesores de duelo que desarrollan sus sesiones terapéuticas directamente “on line”, páginas de grupos de autoayuda nacionales o internacionales (CRUSE,...) que se anuncian en la red,...

Reestructuración cognitiva. La reestructuración cognitiva en el duelo es muy útil. Ayudando al doliente a identificar los inevitables pensamientos automáticos disparadores de sentimientos negativos asociados a la pérdida, del tipo “no podré conseguirlo,... me pondré a llorar y arruinaré el bautizo,... ya no sirvo para nada, qué pinto yo en este mundo, nada tiene sentido,...”, y enseñándoles a pararlos mediante detención de pensamientos e inocular ideas positivas, como: “seguro que puedo,... me contendré,... ahora puedo ayudar a mi hija, ella me necesita,... puedo hacerlo,... puedo vivir”, haremos que se sientan francamente mejor y desde luego más capaces. Es una técnica muy rica por su sencillez e inmediatez.

Fantasías y visualizaciones dirigidas. Las fantasías y visualizaciones dirigidas, suponen imaginar una situación que se desea alcanzar, con rasgos positivos. El ejercicio se puede hacer durante unos minutos y si se hace con los ojos cerrados, mejoran los detalles y el nivel de concreción de la situación deseable, lo que redunda en mejores resultados. Generalmente se tratará de trabajar con las dificultades que presenta el doliente.

Metáforas. La metáfora es una analogía que identifica de forma imaginativa un elemento con otro, adscribiendo al primero cualidades del segundo. El hecho de plantear en una sola imagen (metáfora simple) o en una narración completa (en semi-cuento) que contenga la esencia del proceso de la persona, aporta imágenes que permitirán: elaborar emociones, transmitir mensajes (la narración contiene una especie de “moraleja” que el oyente interpreta situando lo que escucha en su propio marco de referencia) y crear imágenes que acompañan y “aconsejan” de forma simple, sintética y más allá de lo racional.

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